sábado, 31 de julio de 2010

Reunión de personas en una terraza.
Cuatro, ó cinco muchachas.
Apenas las conozco, pero no puedo parar.
El cielo está nublado y el lugar dá miedo.
Alejado del piso.
Muy.

- De dónde venís?
- Cada vez que me preguntes eso, acordate de la respuesta: De haberme cojido a un pelotudo.
- Como todas... Bah, igual yo no.
-...
- Dónde está Mariana?
- Che vengan. Miren.

- Me gira de nuevo, me gira de nuevo, la cabeza me gira de nuevo, el pelo se me cae, el pelo se me cae, y...

- Qué hacemos?
- No tenemos adónde irnos, el ámbito público está cerrado, y los pisos de abajo también.
- Habrá que hacer un acto corrupto de necesidad. Sino nos va a matar a las tres.
- Pero no se puede. Nos dejaron acá y se llevaron la llave. No nos van a abrir hasta dentro de tres días.
- Y qué hay de malo en morir?
- Cerremos la puerta del cuarto.
- Pero tenemos todo ahí!
- En menos de un minuto va a destrozar todo. Mirale los ojos.
- En el nombre del padre del hijo y del espíritu santo...
- Dejate de joder.
- Pará, escuchá.

- Zapatos rotos, zapatos rotos, con esa facha adónde vas...

- No.
- Se está brotando.
- Paren.

- Hola chicas. Y la llave del entrepiso?

- Se está acercando muy...
- Diabólicamente?
- Se le aclaró el verde de los ojos.
- Y se le cayó la última gota de cordura que le quedaba.
- Escuchen... rompamos el vidrio y salgamos por la ventana de al lado... El burdel no cerró.
- Mari... quién está allá?

- Allá dónde?

- Abajo... En la avenida.

- El vacío...

Depredador poseído

- Dale apurate, saltá.
- No tiene caso, si no nos mata ella, nos van a matar cuando entremos.


Las superficies rojas bordearon sus carnes.

No hay comentarios: